En los últimos años ha aumentado el peso de la sostenibilidad en los distintos sectores de la economía, como consecuencia principalmente de la mayor concienciación social frente al cambio climático y de la aplicación de las nuevas normativas europeas y nacionales para avanzar en los compromisos de desarrollo sostenible.
A esto se le debe añadir el impacto que se deriva del aumento del coste de las materias primas, ya sea por la reducción de su disponibilidad a causa del agotamiento de los recursos no renovables, o por el impacto de eventos como es la guerra de Ucrania.
En consecuencia, y a la vanguardia de la sostenibilidad, la economía circular se perfila como la gran alternativa para generar valor en las empresas y mejorar la competitividad empresarial al lograr una mejor relación entre productividad y utilización de recursos, con una menor dependencia del consumo de materias primas, lo que al final redunda en una mayor eficiencia.
En este contexto, las empresas han tomado el pulso de su papel proactivo como agentes de cambio social, sin ellas no será posible cumplir con los ambiciosos objetivos de sostenibilidad que nos hemos marcado. Es más, la sostenibilidad se está convirtiendo en un punto clave en la estrategia de negocio de cualquier empresa. De hecho, el 99% de las grandes empresas y el 83% de las pymes españolas ya están llevando a cabo actuaciones de sostenibilidad relacionadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), según datos del informe Contribución de las empresas españolas a la Estrategia de Desarrollo Sostenible 2030, elaborado por la Red Española del Pacto Mundial junto a la Secretaría de Estado para la Agenda 2030.
En un este marco de acción dentro de la economía regenerativa, una de las líneas de actuación al alcance de las empresas consiste en desarrollar una estrategia de compras sostenibles y un desarrollo económico enfocado a generar impacto positivo en el entorno. La integración de políticas de impacto en la empresa contribuye de manera activa a mejorar tanto el medioambiente como la sociedad; algo que lleva a las empresas a aumentar su competitividad, su reputación y su crecimiento, ya que ofrece valores añadidos y cumple con las nuevas exigencias de sus clientes e inversores, reduciendo los riesgos derivados de su actividad.
Construcción circular
La mayor concienciación de las empresas y de la sociedad en general, va integrado también la sostenibilidad en el ADN del sector de la Construcción. Aunque lo más frecuente es que el concepto de sostenibilidad se reduzca a algunos factores como la eficiencia energética o la implementación de fuentes renovables, no se suele trabajar en un concepto global y profundo de la sostenibilidad, como es el caso de la construcción circular, que conlleva un triple beneficio: económico, medioambiental y social.
Por ejemplo, en Europa, pese a que la tasa de recuperación y reciclaje de residuos se sitúa por encima del 50%, el porcentaje de material reciclado que se emplea nuevamente en el proceso constructivo es bajo (inferior al 12% según Eurostat). Y en España, el dato es inferior. Según el último informe de la Fundación Cotec sobre la Situación y Evolución de la Economía Circular en España, en el año 2019, tan solo un 10% de los requerimientos totales de material estuvieron cubiertos por material recuperado, situándonos casi dos puntos por debajo de la media europea y muy lejos de países como Países Bajos (30%) o Francia (20%).
Y es que, con frecuencia, en la Construcción los cambios vienen impuestos por la normativa lo que suele afectar el natural devenir de las empresas, ya que no es fácil adaptarse a cambios forzados que muchas veces vienen acompañados de precipitación y rigidez.
La solución: anticiparse y marcar nuestro propio camino. En la actualidad las empresas no pueden permitirse operar al margen de la sostenibilidad, ya que podrían en riesgo su propia supervivencia. Tampoco las que operan en el sector de la Construcción, cada vez más afectadas por normas como, por ejemplo, la nueva Ley 7/2022, de 8 de abril, de residuos y suelos contaminados para una economía circular, recientemente aprobada en nuestro país trasponiendo la Directiva europea 2018/851, que entre otras medidas establece que desde este mismo mes de julio los residuos de la construcción y demolición no peligrosos deberán ser clasificados en, al menos, madera, fracciones de minerales, metales, vidrio, plástico y yeso. En este sentido, la demolición se llevará a cabo preferiblemente de forma selectiva -y será obligatoria a partir del 1 de enero de 2024-, garantizando la retirada de, al menos, estos materiales.
Una vez más la previsión y planificación son aliadas de nuestra actividad empresarial, ya que establecida desde el origen una adecuada estrategia de compras circulares puede facilitar esta tarea, con materiales debidamente seleccionados y trazados a lo largo del ciclo de vida del producto.
Hasta hace poco tiempo, las cadenas de suministro en la Construcción habían permanecido funcionando con esa estructura lineal simple: las materias primas se transforman en productos, y esos productos se distribuyen y utilizan hasta que finalmente se desechan. Pero un nuevo modelo prevalecerá en el futuro: la cadena de suministro circular, el retorno al origen de la producción, el aprovechamiento máximo de los recursos, con sus dos grandes ventajas: la acción a favor de la sostenibilidad y una nueva oportunidad de negocio para los fabricantes y vendedores, prolongando la vida útil de las materias primas.
Ganando competitividad
Las cadenas de suministro circulares permiten al mismo tiempo cumplir con las normativas, y generar oportunidades de ahorro y captación de recursos.
Con la cadena de suministro circular, después de que los productos cumplen un ciclo de vida, los fabricantes y vendedores pueden recuperarlos (o recuperar partes de ellos y/o materiales) para rehacerlos y revenderlos, ya sea reacondicionando las piezas usadas o los subproductos que se pueden reutilizar dentro del proceso de fabricación, o bien, fundiéndolas para convertirlas nuevamente en materia prima, o incluso para venderlas de otra manera, o como materia para otros productos.
A la vez, esta tendencia está activando otra también positiva: las empresas están buscando formas para que las piezas de sus productos sean fácilmente recuperadas al volver, y que sean más duraderas, para que ya no se limiten a un solo uso; también que permitan un desmontaje sin residuos o diseñar mediante sistemas, más que en materiales, pensar en integrar el mantenimiento en el proceso, además de aplicar productos con el mínimo impacto medioambiental y social o incluso positivo.
Todo un reto, pero no olvidemos que con la economía circular, las empresas también están logrando reducir costos y generar menos desperdicios. Y, por otro lado, pueden volver a generar ganancias con menos costos que si se fabricara un nuevo producto desde cero.
Bajo estas premisas, pese a la inversión inicial para cambiar los procesos, el modelo circular resulta más beneficioso para las empresas. Adoptémoslo.